
El siguiente mensaje fue a través de Star Trek, un capítulo que vi por casualidad, tendría unos doce años. Uno de los personajes femeninos, abducida por no sé qué poder externo, era capaz de subyugar a cuantos quisiera con la fuerza de su voz y de su mirada. La pobre no era dueña de sus actos, pero hizo que uno de los tripulantes de la nave se arrodillara ante ella, nunca lo olvidaré, le dijo: “arrodíllate a mis pies, arrodíllate ante mí” esa vez ya no es que fuera un escalofrío, directamente experimenté una erección equina que me hizo relinchar como un garañón lorquiano.
La contemplación de estas dos escenas fueron las que me avisaron a mí mismo de lo que era.
La contemplación de estas dos escenas fueron las que me avisaron a mí mismo de lo que era.
Finalmente, esto ya en la en la adolescencia, cuando ya tenía muy claro que era sumiso, llegó la gran Diana, la mala malísima de V, la lagarta más perversa de la televisión. Su cara me fascinaba, su poderosa mirada (también resultaba enigmática e interesante con gafas), su sonrisa perversa, y esos dos preciosos glúteos que tanto marcaba y en los que tantas veces he deseaba depositar mis besos. Muchas de las secuencias en las que participaba la lagarta Diana contenían, a mi juicio, una poderosísima carga erótica, que en ocasiones me llevaban al borde de la ignición. Pero, como ya digo, en aquel momento ya sabía lo que era, ya no me sorprendía por la reacción de mi propio cuerpo, algo que sí ocurrió en las dos experiencias anteriores, cuando todavía era un niño.
esclavo res
*Gracias res, por tu escrito y por querer compartirlo conmigo y con tod@s en mi blog. Un besito :)
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