Carta a una esclava


A veces, excepcionalmente en la vida de una persona, surge el camino hacia la magia. Es poco frecuente, como el nacer albino o el encontrar un diamante en un roscón de reyes. Pero sucede.
A veces.
El derecho a creer en lo mágico, es uno de los pilares del humanismo moderno, despojado del falso racionalismo. Junto con el derecho a equivocarse, el derecho a amar ....
Y hablando de derechos, creo firmemente en el derecho del individuo a configurar su sexualidad y su humanismo siguiendo el modelo más gratificante para él, o uno inventado para si mismo. Al margen de las convenciones sociales, lo establecido y regulado, con los únicos limites que imponga la ética personal del individuo, no siempre coincidentes con la legalidad vigente, la moral establecida, o incluso lo políticamente correcto entre su grupo de "afines". Al igual que creo en el derecho de la sociedad para protegerse de todas aquellas actividades individuales que considere perniciosas para el bien social. Yin y Yang.
En mi caso, esos límites son los menores y todo aquello que ponga en peligro la vida, o la seguridad de las personas. No por imperativo legal, sino por un concepto humanista que coloca al individuo y su desarrollo como valor absoluto e innegociable.
Pero la Magia, Dios sea loado, existe. Te sientas a una mesa, en una concurrida cafetería, frente a una completa desconocida, la ves por vez primera. El café, humea lentamente. Eres libre. Libre de sonreír y decir "En tu casa o en la mía?". Libre para encender un cigarrillo y comenzar a cotillear sobre lo social o –más frecuentemente- sobre lo gremial. Libre para adoptar posturas escénicas de dominante de salón y pedirla que tome el café usando su mano no-hábil.
Pero también, excepcionalmente, alguna vez ocurre que soy libre de creer en la magia, y aceptar su realidad. Libre para susurrarla "Me perteneces. No es un convenio, no es pacto de juego, no es el resultado de una negociación. Las estrellas no son fruto de un convenio, el equilibrio tántrico no surge de un juego pactado. Me perteneces, como las olas pertenecen al mar, como las ramas pertenecen al árbol".
No sucede a menudo.
Poco tiene que ver con los deseos secretos de sumisión o dominación. Es algo que surge incontenible, desde los riñones, se transmite y amplifica a través de cada fibra de tu ser, acera las ingles, enturbia la voz y agranda el alma. No se trata del impulso a someter, siempre presente, siempre tácito. Nada tiene que ver con la mano que acaricia las nalgas suavemente, las abre y amasa con ímpetu, antes, durante o después de azotarlas con el látigo de cuerpo negro y espíritu azul. Y nada con el juego –lícito y honesto- de la sesión de fin de semana, que mezcla un poco de sexo rápido y uno o dos azotes amistosos.
Es el torrente de montaña, impetuoso, mágico, trasgresor, insolente e incontenible. Depredador y apasionado, que deja las sabanas húmedas de sudor, flujos y semen. Es el sexo penetrativo, depredador, reincidente: Es el atarla, y no poder luego –ni querer- dejar de usarla una y otra vez.
A veces ocurre.
No siempre.
Si te ocurre, no dejes que nada ni nadie se interponga. No ya porque es algo que solo muy raramente puede ocurrir una vez en la vida, y milagroso cuando ocurre más de una vez.
No ya porque miles de millones de seres jamás tendrán la oportunidad de entrar en ese universo distinto y distintivo que ahora, sorpresivamente, se abre ante ti.
No.
Es que recibir el testigo de la magia significa, quizás, alcanzar la verdadera libertad, sin trabas ni componendas, la libertada absoluta de la esclava.
No ocurre muchas veces.
Hace casi 5.000 años, en los albores del Antiguo Imperio, existía en Egipto una casta de esclavas muy singular: las sahktabis . Las Inmortales. Un noble podía poseer decenas de esclavas. Pero solo UNA sahktabi. El Faraón, podía alojar en sus dependencias a centenares de bellas concubinas: pero solo una sahktabi que le adorase y sirviera, solo una sahktabi que velara su sueño, después de usarla. Se suponía que la sahktabi era una esclava vinculada al mundo mágico. Y que no podía, una sola Casa, contener tanta magia, tanta trascendencia como se reunía en torno a más de una sahktabi.
Cuando una sahktabi decidía abandonar el Templo de las Iniciadas, caminaba hasta encontrar una Casa, cuyo propietario ella deseara servir para cumplir su destino. Se despojaba de su túnica, efectuaba un rasurado ritual de todo el vello del cuerpo, y se sentaba sobre sus talones, frente a la puerta de la Casa. Inmóvil y desnuda. Sin comer, beber ni hablar. Hasta que el Dueño la aceptaba, o ella moría de hambre, sed o frío. Al entrar en la Casa, donde iba a vivir, la esclava se arrodillaba dentro de un círculo que ella misma dibujaba sobre el suelo, con una piedra. Giraba su rostro hacía las Deidades Remotas: los Vientos: "Viento del Norte, ayúdame a conservar mi alma pura en el cuidado de Mi Señor; Y que mi entrega sea mi recompensa". "Viento del Sur, ayúdame a.... "
Si una sahktabi moría, su cuerpo no era entregado a los embalsamadores. Se la depositaba en una vasija de arcilla mezclada con limo del Nilo, se cerraba con el sello del Faraón, y acompañada por una caravana donde el silencio era una norma que castigaba con la muerte su incumplimiento, se la trasladaba a los lejanos desiertos de Nubia. Solo el inmenso, silencioso y mortal desierto podía ser mortaja suficiente para quien había traído la magia de la entrega a su Señor. Las esclavas y esclavos de la casa, ayunaban 30 días y los nobles, sus hijos y concubinas, cubrían sus cabezas con ceniza, se afeitaban los cuerpos con piedras porosas y colocaban sobre el dintel de la puerta una rama de papiro : "En esta Casa, moró la magia, más ya no más"
A veces ocurre, que la magia, la misma que seguramente deslumbraba a aquellos seres de piel aceitunada y cráneos afeitados, nos asalta hoy.
A veces.
Si te ocurre, conocerás la materia de la que están compuestos los sueños. Lo demás, es pura anécdota y atavismos sociales, son las tenues sombras de los sentidos sobre las paredes de la caverna, que ya hace miles de años adivinó Platón. Que nunca te venza el desaliento, cuando la magia llame a tu puerta. Porque cada gota de magia que se pierde, se empobrece la Humanidad entera.

Autor IKARA "Carta a una esclava"
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