El Dios Sumiso

Los dioses son el sueño de los humanos. Les hemos dado atributos de dominante, para que crearan, impusieran, ordenaran, juzgaran, condenaran y castigaran, y todos ellos fueron creados a imagen y semejanza de nosotros mismos, para poder así mejor amarlos, obedecerlos, y al mismo tiempo temer su ira tremebunda, conjurándolos para el perdón, tal como dice una canción de iglesia:
“…No estés eternamente enojado.
No estés eternamente enojado.
Perdónanos, Señor”.

Y así aprendimos a aplacar su ira con ritos, oraciones, sacrificios, cánticos de alabanza y por supuesto donativos. Porque todavía nos resultaba más insoportable que su indecible cólera, pensar que estamos solos y que somos libres.

Ser creadores de todo, les confería características de viejos y de sabios; omniscientes, capaces de leer hasta nuestros pensamientos más ocultos, y eso les daba un poder ilimitado sobre nosotros mismos, más allá de lo sensato, seguro y consensuado de que a veces hablamos por aquí. Pero también por eso, siempre han sabido que sin los humanos no existirían, igual que sin sumisos nunca tendrían sentido los dominantes. A veces pienso que solo los habitantes de este, nuestro pequeño mundo bedesemero, estamos especialmente dotados para entender, con todos sus matices, esta extraña relación entre dioses y humanos, por más que se pretenda que son la expresión de todo el subconsciente colectivo de la raza humana.

En el séptimo día, después de descansar y meditar un rato, los dioses decidieron crear a una casta prodigiosa de ministros, que aunque de carne y hueso, gozaban de algunas prerrogativas sobrehumanas. No así la de leer el pensamiento, que les hubiera dado casi tanto poder como a los propios dioses. Así que para no ser menos, nos impusieron la confesión semanal de nuestras culpas, convirtiéndose en los depositarios de nuestros secretos más oscuros y en los guardianes fieros de nuestra moral.

Pero para ser justos, hay que reconocer que con el devenir de los años los dioses se han ido civilizando mucho. Antiguamente, eran como más brutos, y arrasaban ciudades, aniquilaban ganaderías, originaban pestes, epidemias, sequías, plagas, hambrunas, diluvios… y convertían al contribuyente menos avisado en estatua de sal, o lo puteaban más que al santo Job. Que es como nuestra genética, o nuestro subconsciente colectivo, o los dos juntos, han decidido que todo Amo poderoso que se precie debe tratar y hacer a quién bien quiere. (“Quien bien te quiere te hará llorar”). Nosotros, a pesar de los pesares, los amamos, adoramos, idolatramos y hacemos la pelota, cumpliendo con sus órdenes, a veces tan absurdas, como cubrirnos la cabeza o el cuerpo con un saco con ventanitas de encaje, no comer carne los viernes, raparnos la cabeza dejándonos crecer solo la barba, o las patillas… y otros que duelen más, como la ablación del clítoris, la infibulación de la vagina, o bien la castidad más absoluta, si no es pasando por el aro del sagrado sacramento del matrimonio. También nos suelen imponer el no hacerlo con condón ni anticonceptivos para dotarnos de los hijos que ellos decidan que debemos tener, o para que muramos de SIDA por crápulas y disolutos. Que vaya fijación que siempre han tenido con el sexo todos los dioses de oriente, de frente y de occidente…

Pero para castigos los de antes. Ante aquellos del Antiguo Testamento, los castigos de hoy día parecen casi de broma de Miguel Gila. Así, ya puede haber barrios enteros donde viven mayoritariamente homosexuales o prostitutas, o gente de la condición sexual que se les antoje sin miedo a que les pase aquello de Sodoma y Gomorra.
Hay que reconocer, sin embargo, que no todo son rosas, y a veces en secreto le ordenan a más de un “iluminado” que se ajuste un cinturón de dinamita y vaya a quitar del tabaco a unos vecinos díscolos que creen en otros dioses, si no hubiese motivos suficientes para cargárselos ya por las diferencias del color de piel o las costumbres.

El descubrimiento más trascendental del cristianismo es, a mi juicio, el de un dios sumiso, que es algo así como rizar el rizo negando la mayor. Ir más allá del tan manido “topping from the bottom”.
La figura de Jesús debe probablemente mucho a la del Osiris egipcio, con el que sospechosamente comparte más cosas de las que a algunos les gustaría admitir.
Jesús, es un dios sumiso y no-masoquista, que predica un socialismo muy sui generis y pone la otra mejilla a los cazurros que le acaban de partir ya la primera. Redime por la fuerza del amor, de su condición sádica, aún a sus propios verdugos a través de la entrega al castigo, al dolor y a la muerte, cuando en el tercer día sale victorioso de ella.

Quizá por la concatenación de mi condición de dominante, agnóstico y heterosexual, a mí los dioses dominantes nunca me habían preocupado gran cosa, y los sumisos tampoco, para que nos vamos a engañar.
Pero tan solo el reinventarme una lectura en femenino de la pasión de Jesús, me dio la clave de lo que hasta entonces se me había escapado; la verdadera dimensión y la fuerza arrebatadora de aquella historia que conocía desde niño, pero que ahora podía mirar con ojos nuevos. La de una diosa entregada por su Amo, probablemente aconsejado por ella misma, a los verdugos de Getsemaní, para pasar la prueba de demostrarle de la manera más terrible y más desnuda, su amor y su sumisión.
La tortura, el castigo, la humillación y el dolor nunca la hicieron dudar, y solo después de horas atada a la cruz del Gólgota, con los músculos tensos por el dolor, el cansancio, el frío, y sobre todo la ausencia de su Amo, consiguen hacerla humana; Llevarla al borde mismo de la desesperación: “Amo, ¿Por qué me has abandonado?”. Aunque mordiéndose los labios por haberse rendido ante sus dudas, con las últimas fuerzas consigue sobreponerse al desaliento: “…Pero que se haga tu voluntad y no la mía…” porque “…en tus manos encomiendo todo lo que soy”. Luego, al pié de la cruz, los verdugos que se jugaban a los dados los fetiches de su ropa y sus preciosos zapatos de tacón, verían serenarse sus rasgos deliciosos, transfigurándose de nuevo en una diosa que emprendiera su viaje iniciático a las profundidades del subespacio bajo la luz plateada de la luna llena.
Solo aquella ofrenda inmensa de sí misma, consigue redimir por medio del amor hacia su Amo a todos los actores de su drama: A sus torturadores y aún a él mismo, conjurando a ese diablo sádico que vive a sus anchas dentro de cada uno de nosotros. Luego me desperté, entre el aroma a incienso, azahar y cera de la Semana Santa aquí en el Sur. Abajo, el aullido hiriente, tétrico, tenaz e insoportable de las cornetas tristes de la muerte, que intentaban romper sin conseguirlo la alegría incontenible de la vida y de la primavera y me acordé del panteísta Lorca:
“Voces de muerte sonaron
Cerca del Guadalquivir…”


Te recordaremos siempre con inmenso cariño, zayla.


ClNa U2
Avlock

Extraido de: www.dominacionsumision.com


*Nos ha dejado de acompañar una amiga, zayla.
Ahora nos observa desde el cielo…
Hasta siempre, princesa.
kaya

2 comentarios:

Esclavo de YOUR OBSSESION dijo...

Nuevamente por tu blog admirando el buen gusto que lo alimentas.
Estaré más seguido por tu casa.

Besos

Hernán{YOB}

kaya dijo...

Hernán{YOB} muchas gracias por tus palabras, mi cielo.
Sabes que es un placer recibir tu visita en mi rinconcito, en mi casa, que... es también la tuya ;)
Un besito cariñoso.
kaya